Tuesday, January 15, 2019

American --Silicon-- Psycho - (I)

El otro día tuve que tragarme una de esas presentaciones de un potencial proveedor de servicios que te viene recomendado por alguien y has de atender por compromiso.

Se trataba de una empresa joven que vende un servicio asociado a la tecnología móvil. Todo fue muy estándar: el tipo entusiasta explicando el poco tiempo que lleva en la empresa y lo innovadora que es, recalcando lo distinto que son sus servicios a pesar de sonar a lo mismo de siempre, inventando respuestas a las preguntas mínimamente complicadas.

Pero me llamó la atención alguna que otra referencia de más al "fundador", incluidos detalles hagiográficos que no venían a cuento.

Casi al final, como por casualidad, el vendedor dejó caer que el Fundador iba a estar en la ciudad la semana siguiente, por si nos queríamos reunir con él. Mi otro compañero --éramos sólo dos-- inmediatemente se desmarcó, y la sugerencia de entrevista con "el fundador" se convirtió en una obligación unipersonal.

Me incomodaba enormemente porque esto significaba que el Fundador me iba a calentar la cabeza durante al menos una hora y me iba a utilizar como su caballo de troya para inflitrarse en mi compañía, pues se daría cuenta inmediatemente de mi incapacidad para decir que no a nada y a nadie. Es lo que hacen todos.

Descubrí enseguida que tenía una buena excusa para declinar la invitación, así que ya sin tensión me puse a avergiguar algo más de la empresa a ver si por alguna razón merecía la pena conocer al Fundador. Para estas cosas Glassdoor es siempre una buena fuente de opiniones con fundamento y generalmente mala baba.  Pero lo que encontré superó las expectativas:

Opinión sobre la empresa del "Fundador" en Glassdoor


"Psicópata". Había leído muchas formas de mentar la madre a jefes presentes y pasados, pero raramente con tanta precisión y elaboración del calificativo. Esto ameritaba una investigación más profunda, me susurraba la mosca de detrás de la oreja.



Y ahí estaba el Fundador, con una cita pendiente con la justicia por comentar en un email lo que haría con un hacha y un empleado  no lo suficientemente involucrado. Y traduzco: "Ben (el empleado aterrorizado) no tiene ni idea de lo cabrón que soy. (...) Ese ruido que oye de noche en el piso de abajo mientras duerme soy yo. Esos pasos en el callejón, de noche... soy yo. Le voy a incrustar el hacha tan dentro de su cabecita de mierda que lo van a tener que enterrar con ella. Sólo los que tienen el demonio dentro pueden entender hasta dónde soy capaz de llegar. Es algo muy oscuro..."

Hacha, psicópata... Al Fundador se le puede acusar de todo menos de ser original. Nos queda la esperanza de que por lo menos se haya inspirado en la novela en lugar de la película, aunque hay que reconocer que Christian Bale lo borda como Patrick Bateman, el American Pshyco. Él es el psycho de los ochenta de Wall Street. Nuestro buen amigo Neil (el apellido se lo curran, si quieren) aspira a ser el psicópata del siglo XXI, el del Internet, el American Silicon Psycho.



Cualquiera que haya trabajado un tiempo en la industria del Inernet sabe que, con hacha o sin hacha, hay mucho de esto. El yuppie hedonista de Wall Street ha dado paso al visionario iluminado del Silicon Valley. La coca es ahora cafeína,  dopping intelectual y microdosing de LSD. Las casas de putas de lujo --algo se ha avanzado-- son ahora Burning Man. Uno sonríe nerviosamante ante los excesos, envidiando en secreto tanta creatividad y talento. 

Como decía el tango, el mundo sigue siendo una porquería, en el 2019 como en el 506, y los chorros, estafadores  y maquiavelos se lo siguen llevando todo calentito. Lo que han cambiado son las formas.

Antes te los venías venir. Te cruzabas con un Michael Douglas engominado hasta el coxis (en Wall Street, en 1987) y sabías que tenías que echarte mano a la cartera.


Ahora (en The Circle, 2017) te cruzas con Tom Hanks y le das todos tus datos y los de tu familia. El resultado es el mismo.



Y, qué coño, lo peor es que conviven los dos.

Por si acaso, me inventé una excusa cuando me ofrecieron otra oportunidad para conocer al Fundador.












Sunday, July 22, 2018

Guns: Vigilantes, Charles Bronson and Lance Thomas (el desenlace)

No estoy seguro si era una necesidad real o sólo curiosidad por saber algo más de aquel tipo con los bigotes tan bien puestos y la pistola tan grande, pero a las pocas semanas de nuestro primer encuentro tuve que comprar una correa de piel para un reloj como el que Mr. Thomas me había conseguido, así que lo contacté.

Como la primera vez, todo en clave thriller: cita a cierta hora en la puerta del apartamento y él que me abre después de una espera inexplicablemente dilatada, como si se estuviera cerciorando de que no dejaba cabos sueltos antes de dejarme entrar en su santuario.

Tenía una honesta curiosidad por saber por qué manejaba el negocio de una forma tan secreta. Le comenté que yo entendía de marketing digital y en un negocio como el suyo podría hacer cosas mucho más visibles que su modesta tiendita en eBay. Me explicó que nah, que no merecía la pena, que la cosa estaba bien así y que dado que tenía que mantener un perfil bajo esa era la mejor opción.

Se me dispararon las alarmas cuado oí "perfil bajo", pero no por lo listo que soy, sino porque no tenía sentido alguno en aquel contexto. Quién sabe, igual fue el instinto de periodista, que se negaba a perecer. ¿Por qué perfil bajo, Lance? (ya nos llamábamos por nuestro nombre, era obvio que el tipo disfrutaba de mi compañía o por lo menos no me iba a disparar. Por cierto, no había pistola a la vista esta vez)..

"Bueno, el fiscal del distrito no me dio mucha opción después del último tiroteo". Era la primera vez que escuchaba la mayoría de las palabras de esa frase fuera de una pantalla de cine o televisión.  No recuerdo si le pregunté por el fiscal, el tiroteo o el "último", pero me dio para que continuara: "Sí, cuando maté a los últimos dos tipos el fiscal me dijo que tenía que cerrar la joyeria, que la próxima vez vendría el gang a vengarse y que ya no entrarían en la tienda sino que dispararían desde fuera y se llevarían por delante a todo el que estuviera dentro, así que ya ves, tuve que cerrar y empezar a vivir como un ermitaño".

Estaba tratando de discernir si Lance me estaba tomando el pelo o sólo chocheando, pero él interpretó la expresión en mi cara como "qué-coño-me-estás-contando-quiero-saber-más-por-amor-de-dios-sigue-hablando".

"Sí, en total fueron cuatro tiroteos, y en el último me cargué a dos, que luego me enteré que pertencían a una banda. ¿Te lo puedes creer? En vez de un héroe me hicieron un proscrito, y suerte tuve de que no presentaran cargos en mi contra".

En este punto me di cuenta de que si me estaba tomando el pelo no se me ocurría cómo seguirle la corriente o contraatacarle. Y si estaba chocheando, pues lo mismo. En ambos supuestos la presunta presencia de un Magnum .44 cargado debajo de algún trozo de papel implicba que cualquier broma pesada o ataque de Alzheimer podría acabar muy malamente para mí. Y yo no estaba allí cubriendo una noticia, estaba comprando una correa de reloj, así que el consuelo de la muerte en el ejercicio del supuesto deber no aplicaba.

Como en mi primera visita, aceleré el trámite de la compra, le pagué y salí lo más rapidito que pude.

Ya en casa, más relajado, rebobiné la película que acababa de vivir porque algo no me cuadraba. Lance no tenía ni por asomo tipo de cachondo mental ni tampoco de viejito senil. Como siempre que no sabía qué pensar --y hasta hoy--  decidí preguntarle a Google.

Era todo cierto.


En los artículos y el vídeo se describe la historia con todo lujo de detalles. No se había inventado nada. Lance Thomas se defendió en un periodo de tres años de cuatro atracos en los que mató a tiros a cinco asaltantes. La odisea incluye la muerte de compañeros de profesión, heridas de bala, llamadas a la policía en pleno tiroteo y una larga lista de asuntos que ponen los pelos de punta.

El bigote de Lance no había perdido lustro con los años (lo conocí casi 20 después de esas imágenes), seguía tan bien puesto y atusado. Ahora yo sabía que también los cojones los tenía impecablemente alineados.

Dice este artículo del New York Times que concedió esta entrevista al Los Angeles Times con la esperanza de que algún productor de Hollywood decidiera llevar su historia al cine. Parece que nunca ocurrió. ¿Quién se hubiera creído historia tan improbable?. ¿Quién lo hubiera interpretado? Yo tengo muy claro que Sam Elliott. A Tom Selleck le faltan porte, canas y huevos.

A Lance le falló el timing, que dicen aquí. En una época de muchísima violencia urbana y tensiones raciales la figura de un vigilante que hacía lo que Bronson pero sin ir provocando se antojaba demasiado peligrosa. Se desprende de los artículos de la época que el temor no era que surgieran nuevos, eficientes justicieros, sino que Lance Thomases, como Iniestas, sale uno de higos a brevas, y que lo más probable es que todos los aprendices de Dirty Harry murieran antes de llegar a apretar el gatillo.

La entrevista del Times de Los Angeles apunta que tras el cierre Mr. Thomas sólo atendía "clientes antiguos y otros tratantes de relojes". Años después también atendería a la gente buena de Huelva, ya ve.

No me simpatizan demasiado los vigilantes porque nunca se lían con políticos corruptos, tipos que enriquecen quiebrando empresas, desalmados que empobrecen países y sinvergüenzas de altos vuelos en general. Pero hay uno que tiene un huequito en mi corazón por humano, complejo, atormentado y simpático: Dexter. El que nunca haya sentido la presencia de ese oscuro pasajero en su alma que tire la primera piedra; o pegue el primer tiro; o le saque toda la sangre del cuerpo a alguien que lo merezca y descuartice el cuerpo y lo haga desaparecer.

Tuesday, July 17, 2018

Guns: Vigilantes, Charles Bronson and Lance Thomas (II)

Salvo que alguien me traiga otro nombre y otros hechos creo que me puedo vanagloriar de haber conocido al último vigilante americano.

Todo empezó a los tres o cuatro años de llegar aquí. Por razones que sería largo de explicar necesitaba encontrar un modelo de reloj muy específico de finales de los años cincuenta, lo que se llama un reloj vintage, esto es, viejo de cojones, pero sin llegar a ser una reliquia; más caro que un Casio pero menos que un Rolex.

Después de horas de investigación en Internet y de contactar vendedores en el Reino Unido y Singapur me topé casi sin querer con un tipo que vendía en Ebay el reloj con diferencia más parecido a lo que buscaba. Pero de locos, era idéntico el puñetero peluco (a lo que hay que recurrir para no repetir "reloj").

Lo más acojonante es que el vendedor vivía a cuatro bloques de mi casa. Literalmente, sin coñas, podía ir andando. Me contactó por teléfono después de darle mis datos por el Ebay y sólo cuando supo qué quería exactamente acceció a darme su dirección.

Me tuvo en la puerta esperando un buen rato, que pasé dudando seriamente si aquello iba a acabar bien: era un complejo de apartamentos baratos de los cientos que hay en esta ciudad, pero especialmente triste y devencijado, más tirando a que te roben el reloj que a que encuentres el que buscas.

Abrió la puerta y allí estaba, Lance, imponente, con sus casi dos metros, impecablemente vestido y arreglado y con un bigote como el que hubiera tenido Charles Bronson si hubiera llegado a esa edad (unos 75 le calculé) y esa planta. Era un bigote de esos que dices, "coño, este tío los tiene bien puestos, no se puede tener un bigote así y ser un cobarde". Imagino que esto es todo la herencia del imaginario de la posguerra española, con los militares, los guardias civiles y todo eso. Pero vamos, aquello era un señor bigote pegado a un señor-señor, sin duda alguna.

Me recibió con toda educación y me hubiera mostrado las instalaciones, pero el local se reducía a lo que debía ser el living del apartamento original, totalmente abarrotado de estanterías llenas de libros, folletos, relojes, fundas y un montón de cosas que no podía distinguir, pues no entraba luz de la calle y la única claridad venía de la lámpara de relojero que había en lo que se suponía era su lugar de trabajo, un escritorio atestado de piezas de reloj y una enorme especie de Magnum 44 automático.


Mientras Lance aprovechaba la cercanía que propiciaba el claustrofóbico local para comentarme lo cabrón que era Obama y cómo le estaban jodiendo a dúo su cadera y el plan sanitario de Barack, yo no podía quitar la vista de la pistola: estaba viendo la mítica pipa de Charles Bronson en Death Wish 3 o la de Clint Eastwood en Sudden Impact. No sabía cuál era, pero era el arma de un tío con los huevos bien puestos, un justiciero. Pero yo no lo sabía aún.


La emoción incial dio paso a un ligero acojone pues la conversación seguía en la deriva de derechas y el Magnum allí, escuchándolo todo, como esperando a que yo discrepara para ponerse a funcionar. Lance buscó mi reloj, me contó cosas sobre su cuidado y lo empaquetó con exquisito cariño, como si aquellas manos nunca hubieran matado.

De eso me enteré en mi siguiente visita, unas semanas más tarde...







Sunday, July 8, 2018

Guns: Vigilantes, Charles Bronson and Lance Thomas (I)

Me encanta cuando los gringos usan palabras del español, italiano o francés y les dan un significado a menudo peculiar y una pronuciación siempre simpática.

Mi favorita  es probablmente "al fresco", que utilizan con el significado exacto que tiene en italiano o español, aunque casi exclusivamente en el contexto de la comida, sobre todo la cena. Así, queda muy chic "to have dinner al fresco" or "to have an al fresco dinner". Para mí la guasa es que sin llegar a ser un arcaísmo me suena a la forma de hablar de mis abuelos. Claro que para ellos comer al fresco era sacar la mesa al patio de vecinos "con la fresquita", al caer el sol, no irse a una terraza de puta madre  a comer de vicio que es como la usan aquí, donde el concepto terraza es algo aún exótico. La guinda la pone la pronunciación, "ahl frescou".

Pero no quiero hablar de comida que me deprimo. Mejor nos vamos a mi segunda favorita, "vigilante" (pronunciada "viyilanti"), que la tomaron del castellano en algún momento del siglo XIX, en principio en Inglaterra. Todos sus usos giran en torno al concepto de justicia, pero más específicamente al de la justicia sin el proceso debido, o sea, la justicia por la propia mano.

A muchos de los que nacieron antes de 1970 el concepto de "vengador justiciero" probablemente les evoque Charles Bronson y una serie de películas de aire cutre en las que se liaba a tiros con tipos literalmente malos de película. Otros pensarán en Harry el Sucio. Pero, ah, los vigilantes no llevan placa, y Eastwood llevaba una, aunque sus políticamente correctos superiores se empeñaran en quitársela cada vez que se le iba el dedo con su Magnum 44, que no era un helado de Frigo precisamente.

Parece constatado que, en efecto, fue Charles Bronson quien inició el género de las películas de vigilantes en 1974, con Death Wish, la primera. Luego vendrían cuatro más en los ochenta, que seguramente son las que nos suenan más (sí, el malo de la gorra es Jeff Goldblum, en su primer papel acreditado):


Aparte de la estética del bigote de Bronson, probablemente lo más interesante de la película es cómo plantea sin ambages (y sin matices, para no confundir) el debate sobre violencia, justicia y, sobre todo, el derecho a portar armas. Muchos de los diálogos son los mismos que se entablan hoy al discutir el tema, e incluso al pobre Bronson lo etiquetan al principio de liberal bienintencionado (perroflauta buenista), hasta que la realidad lo empuja a convertirse en un vengador justiciero, un vigilante, un tío con los huevos grandes y bien puestos,

En este 2018 en que el buenismo, el igualitarialismo y el relativismo moral han puesto en peligro de extinción al macho de genitales plus alguien tuvo la genial idea de hacer un remake del Death Wish original, y eligieron para ello a uno de los mejores ejemplares de esta especie de los últimos 30 años de cine, Bruce Willis.  No la he visto, pero echándole un ojo al trailer uno se explica por qué la crítica la ha puesto a parir y por qué el jodío Willis se nos hace siempre tan irresistible.



Igual se me ha ido la mano con el preámbulo, pero yo lo que quería contar es cómo conocí y me hice cliente de Lance Thomas, el último vigilante. Lance no fue un vigilante al uso, se limitó a defenderse de sus asaltantes, pero no le faltaba el bigote, el magnum y una buena planta tras la que se adivinaban unos huevos de magnífico tamaño y ubicación.

Pero eso será en la próxima entrega.


Wednesday, June 27, 2018

Prom Night

Leía el otro día en mi Facebook alguien quejándose (qué raro) de cómo nos estamos americanizando en España, con celebraciones de toga y birrete al acabar el bachillerato, o como coño se llame ahora el BUP.

Me pilló desprevenido, pensaba que Halloween era lo más lejos que la colonización cultural noreteamerican iba a llegar a la hora de cabrear a curas y obispos. Porque estas celebraciones de fin de curso, que lo sepa el clero, son sólo el prolegómeno de la Prom Night, una suerte de Sodoma y Gomorra para adolescentes calientes como palo de churrero.

Allá por 1999, en una de mis estancias en este país, pude ver en los cines American Pie, una revelación de mucho cuidado. Las historias de instituto (High School) de los ochenta se habían quedado obsoletas y esta película te contaba el cuento del prom night como aquella variante en la que Caperucita le contestaba al lobo que lo que estaba haciendo junto al arroyo era refrescarse el coño: soezmente pero con mucha coña.

Para mí este vídeo es el mejor resumen del espíritu de American Pie, jugando con la mezcla de ingenuidad y extrema perversión del adolescente medio americano. Para quien no entienda o nunca haya visto la película, esto es la tonta de la pandilla mostrando cómo hasta el más pardillo de la clase te hace un reloj, por no decir una guarrada cualquiera



En los últimos dos años he visto a mis nenes pasar por el trámite del Prom Night, así que puedo atestiguar que es casi todo cierto. Hemos educado a nuestros hijos en la comunicación paterno-filial y así he podido revivir un porrón del minutaje de American Pie.

Sí, todo el ritual es como se ve en las películas y series de la tele: los nervios, la anticipación, la elección de la pareja, la pedida, los trajes y complementos, la decoración del high school, el post-party... El folleteo? Ay, pillín, ahora te digo.

Ahí el cuento sí que ha cambiado. Igual hace unos años esa noche era la señalada en el calendario de muchos como LA ocasión. En esta generación, y perdón por la crudeza, muchos de los pardillos de la clase  ya andaban practicando el sexo oral en los baños de la Middle School, nuestra Secundaria, nuestro sexto, séptimo, octavo de EGB. Y nosotros succionando con fruición el Fortuna o el Ducados como alarde de estar a la última (yo no probé el tabaco hasta la universidad y el sexo a usted no le importa, hombre, ya está bien).

Otro día me meto con el tema del sexo oral y de la presión --sobre todo para las chicas-- de ser sexualmente activ@s en la escuela norteamericana. Hoy me quedo con esa obsesión por los rituales para las ocasiones más banales, y cómo éstas se acaban transformando en competiciones de aptitud social: la definición de ganadores y perdedores desde las edades más tempranas.

Muchas películas han tratado con mala leche este teatro de la vida que es el High School y el a menudo sádico último acto de la Prom Night. Pero, como decía Krahe, dejadme que yo prefiera la hoguera, la hoguera. La que montó Carrie, para ser más precisos: