
Dos de ellas decia el prospecto que podían causar somnolencia, o eso pensaba yo. En realidad lo que podían causar era algo muy parecido a una parálisis completa de la actividad cerebral Qué forma de dejarte grogui. Ni botella de bourbon ni hostias. Cuatro pirulas de esas y una litrona y al despertarte desayunas con Marilin Monroe. Ahora me creo lo de las sobredosis accidentales que tanto abundan por los barrios colindantes al mío.
Los nortemericanos tienen una relación muy particular con los medicamentos. El poder de la industria farmacéutica y su maquinaria de marketing y la intolerancia de los gringos al dolor y a las incomodidades en general genera un círculo de invención de enfermedades y remedios ficticios que tiene a una buena parte del personal gilipollas perdido. Aquí el más tonto sabe qué tomarse para obtener remedio a cualquier malestar físico, psíquico o espiritual. Como Matt Dillon y sus coleguis en Drugstore Cowboy, la película de culto de Gus Van Sant. Bueno, todo lo que hace este tipo acaba siendo de culto. Para ser honestos, de ésta solo he visto cachos, pero me consta que es de las que mejor cuentan la relación de esta gente con sus farmacias.
Drugstore Cowboy, una de mis películas favoritas, la tengo grabada en mi disco duro externo.La ví cuando aún vivía en casa de mis padres, llego colocado, como era normal a esa edad, y nunca se me olvidará la frase de Matt Dilloncuando esta desintoxicándose, "Es que a mí me gusta las drogas". Uf, me sentí tan identificado, que al día siguiente tuve que repetir.
ReplyDeleteLo malo es que en ese mundo no todos son Matt Dillons, ni Kellys Lynch....
Ve esa película Pana, es genial. También lo que pasa con esas películas es que, a menos que sea un clásico, hay que verlas en su día, con su contexto. Un saludo