Había tíos bastante más viejos que yo y niños todavía más jóvenes que el mío, señal de que no me había equivocado en mi cálculo de riesgos. Lo que no había calibrado bien era el hostiazo que le iban a dar a mi cartera. Contaba con la compra de la camiseta, los cuernitos luminosos, el poster, la pulsera, la hamburguesa, las papitas... pero no con la de la cerveza. Iba dispuesto a ver el concierto totalmente sobrio, dada la mala fama que tiene aquí el alcohol mezclado con las celebraciones. Pero claro, si se puede cobrar la birrita a 10 dólares... con dos centavos se paga a los seguratas que procederán a echar a patadas al primero que se pase y con uno al tipo que te pone la cerveza. Ahí está el meollo de toda la crisis que sufre este país, el empeño en sacar la máxima rentabilidad a todo, aunque sea robando un poco. A ver cómo salimos de ésta. Como dirian los hermano Young, estamos en un Highway to Hell:
No comments:
Post a Comment