Sunday, July 22, 2018

Guns: Vigilantes, Charles Bronson and Lance Thomas (el desenlace)

No estoy seguro si era una necesidad real o sólo curiosidad por saber algo más de aquel tipo con los bigotes tan bien puestos y la pistola tan grande, pero a las pocas semanas de nuestro primer encuentro tuve que comprar una correa de piel para un reloj como el que Mr. Thomas me había conseguido, así que lo contacté.

Como la primera vez, todo en clave thriller: cita a cierta hora en la puerta del apartamento y él que me abre después de una espera inexplicablemente dilatada, como si se estuviera cerciorando de que no dejaba cabos sueltos antes de dejarme entrar en su santuario.

Tenía una honesta curiosidad por saber por qué manejaba el negocio de una forma tan secreta. Le comenté que yo entendía de marketing digital y en un negocio como el suyo podría hacer cosas mucho más visibles que su modesta tiendita en eBay. Me explicó que nah, que no merecía la pena, que la cosa estaba bien así y que dado que tenía que mantener un perfil bajo esa era la mejor opción.

Se me dispararon las alarmas cuado oí "perfil bajo", pero no por lo listo que soy, sino porque no tenía sentido alguno en aquel contexto. Quién sabe, igual fue el instinto de periodista, que se negaba a perecer. ¿Por qué perfil bajo, Lance? (ya nos llamábamos por nuestro nombre, era obvio que el tipo disfrutaba de mi compañía o por lo menos no me iba a disparar. Por cierto, no había pistola a la vista esta vez)..

"Bueno, el fiscal del distrito no me dio mucha opción después del último tiroteo". Era la primera vez que escuchaba la mayoría de las palabras de esa frase fuera de una pantalla de cine o televisión.  No recuerdo si le pregunté por el fiscal, el tiroteo o el "último", pero me dio para que continuara: "Sí, cuando maté a los últimos dos tipos el fiscal me dijo que tenía que cerrar la joyeria, que la próxima vez vendría el gang a vengarse y que ya no entrarían en la tienda sino que dispararían desde fuera y se llevarían por delante a todo el que estuviera dentro, así que ya ves, tuve que cerrar y empezar a vivir como un ermitaño".

Estaba tratando de discernir si Lance me estaba tomando el pelo o sólo chocheando, pero él interpretó la expresión en mi cara como "qué-coño-me-estás-contando-quiero-saber-más-por-amor-de-dios-sigue-hablando".

"Sí, en total fueron cuatro tiroteos, y en el último me cargué a dos, que luego me enteré que pertencían a una banda. ¿Te lo puedes creer? En vez de un héroe me hicieron un proscrito, y suerte tuve de que no presentaran cargos en mi contra".

En este punto me di cuenta de que si me estaba tomando el pelo no se me ocurría cómo seguirle la corriente o contraatacarle. Y si estaba chocheando, pues lo mismo. En ambos supuestos la presunta presencia de un Magnum .44 cargado debajo de algún trozo de papel implicba que cualquier broma pesada o ataque de Alzheimer podría acabar muy malamente para mí. Y yo no estaba allí cubriendo una noticia, estaba comprando una correa de reloj, así que el consuelo de la muerte en el ejercicio del supuesto deber no aplicaba.

Como en mi primera visita, aceleré el trámite de la compra, le pagué y salí lo más rapidito que pude.

Ya en casa, más relajado, rebobiné la película que acababa de vivir porque algo no me cuadraba. Lance no tenía ni por asomo tipo de cachondo mental ni tampoco de viejito senil. Como siempre que no sabía qué pensar --y hasta hoy--  decidí preguntarle a Google.

Era todo cierto.


En los artículos y el vídeo se describe la historia con todo lujo de detalles. No se había inventado nada. Lance Thomas se defendió en un periodo de tres años de cuatro atracos en los que mató a tiros a cinco asaltantes. La odisea incluye la muerte de compañeros de profesión, heridas de bala, llamadas a la policía en pleno tiroteo y una larga lista de asuntos que ponen los pelos de punta.

El bigote de Lance no había perdido lustro con los años (lo conocí casi 20 después de esas imágenes), seguía tan bien puesto y atusado. Ahora yo sabía que también los cojones los tenía impecablemente alineados.

Dice este artículo del New York Times que concedió esta entrevista al Los Angeles Times con la esperanza de que algún productor de Hollywood decidiera llevar su historia al cine. Parece que nunca ocurrió. ¿Quién se hubiera creído historia tan improbable?. ¿Quién lo hubiera interpretado? Yo tengo muy claro que Sam Elliott. A Tom Selleck le faltan porte, canas y huevos.

A Lance le falló el timing, que dicen aquí. En una época de muchísima violencia urbana y tensiones raciales la figura de un vigilante que hacía lo que Bronson pero sin ir provocando se antojaba demasiado peligrosa. Se desprende de los artículos de la época que el temor no era que surgieran nuevos, eficientes justicieros, sino que Lance Thomases, como Iniestas, sale uno de higos a brevas, y que lo más probable es que todos los aprendices de Dirty Harry murieran antes de llegar a apretar el gatillo.

La entrevista del Times de Los Angeles apunta que tras el cierre Mr. Thomas sólo atendía "clientes antiguos y otros tratantes de relojes". Años después también atendería a la gente buena de Huelva, ya ve.

No me simpatizan demasiado los vigilantes porque nunca se lían con políticos corruptos, tipos que enriquecen quiebrando empresas, desalmados que empobrecen países y sinvergüenzas de altos vuelos en general. Pero hay uno que tiene un huequito en mi corazón por humano, complejo, atormentado y simpático: Dexter. El que nunca haya sentido la presencia de ese oscuro pasajero en su alma que tire la primera piedra; o pegue el primer tiro; o le saque toda la sangre del cuerpo a alguien que lo merezca y descuartice el cuerpo y lo haga desaparecer.

Tuesday, July 17, 2018

Guns: Vigilantes, Charles Bronson and Lance Thomas (II)

Salvo que alguien me traiga otro nombre y otros hechos creo que me puedo vanagloriar de haber conocido al último vigilante americano.

Todo empezó a los tres o cuatro años de llegar aquí. Por razones que sería largo de explicar necesitaba encontrar un modelo de reloj muy específico de finales de los años cincuenta, lo que se llama un reloj vintage, esto es, viejo de cojones, pero sin llegar a ser una reliquia; más caro que un Casio pero menos que un Rolex.

Después de horas de investigación en Internet y de contactar vendedores en el Reino Unido y Singapur me topé casi sin querer con un tipo que vendía en Ebay el reloj con diferencia más parecido a lo que buscaba. Pero de locos, era idéntico el puñetero peluco (a lo que hay que recurrir para no repetir "reloj").

Lo más acojonante es que el vendedor vivía a cuatro bloques de mi casa. Literalmente, sin coñas, podía ir andando. Me contactó por teléfono después de darle mis datos por el Ebay y sólo cuando supo qué quería exactamente acceció a darme su dirección.

Me tuvo en la puerta esperando un buen rato, que pasé dudando seriamente si aquello iba a acabar bien: era un complejo de apartamentos baratos de los cientos que hay en esta ciudad, pero especialmente triste y devencijado, más tirando a que te roben el reloj que a que encuentres el que buscas.

Abrió la puerta y allí estaba, Lance, imponente, con sus casi dos metros, impecablemente vestido y arreglado y con un bigote como el que hubiera tenido Charles Bronson si hubiera llegado a esa edad (unos 75 le calculé) y esa planta. Era un bigote de esos que dices, "coño, este tío los tiene bien puestos, no se puede tener un bigote así y ser un cobarde". Imagino que esto es todo la herencia del imaginario de la posguerra española, con los militares, los guardias civiles y todo eso. Pero vamos, aquello era un señor bigote pegado a un señor-señor, sin duda alguna.

Me recibió con toda educación y me hubiera mostrado las instalaciones, pero el local se reducía a lo que debía ser el living del apartamento original, totalmente abarrotado de estanterías llenas de libros, folletos, relojes, fundas y un montón de cosas que no podía distinguir, pues no entraba luz de la calle y la única claridad venía de la lámpara de relojero que había en lo que se suponía era su lugar de trabajo, un escritorio atestado de piezas de reloj y una enorme especie de Magnum 44 automático.


Mientras Lance aprovechaba la cercanía que propiciaba el claustrofóbico local para comentarme lo cabrón que era Obama y cómo le estaban jodiendo a dúo su cadera y el plan sanitario de Barack, yo no podía quitar la vista de la pistola: estaba viendo la mítica pipa de Charles Bronson en Death Wish 3 o la de Clint Eastwood en Sudden Impact. No sabía cuál era, pero era el arma de un tío con los huevos bien puestos, un justiciero. Pero yo no lo sabía aún.


La emoción incial dio paso a un ligero acojone pues la conversación seguía en la deriva de derechas y el Magnum allí, escuchándolo todo, como esperando a que yo discrepara para ponerse a funcionar. Lance buscó mi reloj, me contó cosas sobre su cuidado y lo empaquetó con exquisito cariño, como si aquellas manos nunca hubieran matado.

De eso me enteré en mi siguiente visita, unas semanas más tarde...







Sunday, July 8, 2018

Guns: Vigilantes, Charles Bronson and Lance Thomas (I)

Me encanta cuando los gringos usan palabras del español, italiano o francés y les dan un significado a menudo peculiar y una pronuciación siempre simpática.

Mi favorita  es probablmente "al fresco", que utilizan con el significado exacto que tiene en italiano o español, aunque casi exclusivamente en el contexto de la comida, sobre todo la cena. Así, queda muy chic "to have dinner al fresco" or "to have an al fresco dinner". Para mí la guasa es que sin llegar a ser un arcaísmo me suena a la forma de hablar de mis abuelos. Claro que para ellos comer al fresco era sacar la mesa al patio de vecinos "con la fresquita", al caer el sol, no irse a una terraza de puta madre  a comer de vicio que es como la usan aquí, donde el concepto terraza es algo aún exótico. La guinda la pone la pronunciación, "ahl frescou".

Pero no quiero hablar de comida que me deprimo. Mejor nos vamos a mi segunda favorita, "vigilante" (pronunciada "viyilanti"), que la tomaron del castellano en algún momento del siglo XIX, en principio en Inglaterra. Todos sus usos giran en torno al concepto de justicia, pero más específicamente al de la justicia sin el proceso debido, o sea, la justicia por la propia mano.

A muchos de los que nacieron antes de 1970 el concepto de "vengador justiciero" probablemente les evoque Charles Bronson y una serie de películas de aire cutre en las que se liaba a tiros con tipos literalmente malos de película. Otros pensarán en Harry el Sucio. Pero, ah, los vigilantes no llevan placa, y Eastwood llevaba una, aunque sus políticamente correctos superiores se empeñaran en quitársela cada vez que se le iba el dedo con su Magnum 44, que no era un helado de Frigo precisamente.

Parece constatado que, en efecto, fue Charles Bronson quien inició el género de las películas de vigilantes en 1974, con Death Wish, la primera. Luego vendrían cuatro más en los ochenta, que seguramente son las que nos suenan más (sí, el malo de la gorra es Jeff Goldblum, en su primer papel acreditado):


Aparte de la estética del bigote de Bronson, probablemente lo más interesante de la película es cómo plantea sin ambages (y sin matices, para no confundir) el debate sobre violencia, justicia y, sobre todo, el derecho a portar armas. Muchos de los diálogos son los mismos que se entablan hoy al discutir el tema, e incluso al pobre Bronson lo etiquetan al principio de liberal bienintencionado (perroflauta buenista), hasta que la realidad lo empuja a convertirse en un vengador justiciero, un vigilante, un tío con los huevos grandes y bien puestos,

En este 2018 en que el buenismo, el igualitarialismo y el relativismo moral han puesto en peligro de extinción al macho de genitales plus alguien tuvo la genial idea de hacer un remake del Death Wish original, y eligieron para ello a uno de los mejores ejemplares de esta especie de los últimos 30 años de cine, Bruce Willis.  No la he visto, pero echándole un ojo al trailer uno se explica por qué la crítica la ha puesto a parir y por qué el jodío Willis se nos hace siempre tan irresistible.



Igual se me ha ido la mano con el preámbulo, pero yo lo que quería contar es cómo conocí y me hice cliente de Lance Thomas, el último vigilante. Lance no fue un vigilante al uso, se limitó a defenderse de sus asaltantes, pero no le faltaba el bigote, el magnum y una buena planta tras la que se adivinaban unos huevos de magnífico tamaño y ubicación.

Pero eso será en la próxima entrega.


Wednesday, June 27, 2018

Prom Night

Leía el otro día en mi Facebook alguien quejándose (qué raro) de cómo nos estamos americanizando en España, con celebraciones de toga y birrete al acabar el bachillerato, o como coño se llame ahora el BUP.

Me pilló desprevenido, pensaba que Halloween era lo más lejos que la colonización cultural noreteamerican iba a llegar a la hora de cabrear a curas y obispos. Porque estas celebraciones de fin de curso, que lo sepa el clero, son sólo el prolegómeno de la Prom Night, una suerte de Sodoma y Gomorra para adolescentes calientes como palo de churrero.

Allá por 1999, en una de mis estancias en este país, pude ver en los cines American Pie, una revelación de mucho cuidado. Las historias de instituto (High School) de los ochenta se habían quedado obsoletas y esta película te contaba el cuento del prom night como aquella variante en la que Caperucita le contestaba al lobo que lo que estaba haciendo junto al arroyo era refrescarse el coño: soezmente pero con mucha coña.

Para mí este vídeo es el mejor resumen del espíritu de American Pie, jugando con la mezcla de ingenuidad y extrema perversión del adolescente medio americano. Para quien no entienda o nunca haya visto la película, esto es la tonta de la pandilla mostrando cómo hasta el más pardillo de la clase te hace un reloj, por no decir una guarrada cualquiera



En los últimos dos años he visto a mis nenes pasar por el trámite del Prom Night, así que puedo atestiguar que es casi todo cierto. Hemos educado a nuestros hijos en la comunicación paterno-filial y así he podido revivir un porrón del minutaje de American Pie.

Sí, todo el ritual es como se ve en las películas y series de la tele: los nervios, la anticipación, la elección de la pareja, la pedida, los trajes y complementos, la decoración del high school, el post-party... El folleteo? Ay, pillín, ahora te digo.

Ahí el cuento sí que ha cambiado. Igual hace unos años esa noche era la señalada en el calendario de muchos como LA ocasión. En esta generación, y perdón por la crudeza, muchos de los pardillos de la clase  ya andaban practicando el sexo oral en los baños de la Middle School, nuestra Secundaria, nuestro sexto, séptimo, octavo de EGB. Y nosotros succionando con fruición el Fortuna o el Ducados como alarde de estar a la última (yo no probé el tabaco hasta la universidad y el sexo a usted no le importa, hombre, ya está bien).

Otro día me meto con el tema del sexo oral y de la presión --sobre todo para las chicas-- de ser sexualmente activ@s en la escuela norteamericana. Hoy me quedo con esa obsesión por los rituales para las ocasiones más banales, y cómo éstas se acaban transformando en competiciones de aptitud social: la definición de ganadores y perdedores desde las edades más tempranas.

Muchas películas han tratado con mala leche este teatro de la vida que es el High School y el a menudo sádico último acto de la Prom Night. Pero, como decía Krahe, dejadme que yo prefiera la hoguera, la hoguera. La que montó Carrie, para ser más precisos:






Tuesday, June 5, 2018

Los últimos de Filipinas


Ah, qué bueno, siguen ahí?

Perdón por el lapso de nueve años y pico, no sé si me dio tiempo a mencionar en los primeros posts que la vida en Estados Unidos va mucho más rápido, se hacen muchas más cosas pero a la vez se dejan de hacer muchas más.  O por lo menos uno tiene la impresión de que le queda mucho por hacer y llega a sufrir por ello. El FOMO, o "Fear of Missing Out" que llaman a nuestro tradicional, "coño, es que no nos organizamos, María, siempre igual, se nos pasa el fin de semana y no hacemos nada".

Pues eso, que intentando hacer otras cosas dejé el blog de lado, mientras que el mundo me adelantaba por izquierda y derecha (recuérdese que aquí las autopistas de la vida también tienen muchos carriles, así que te pueden pasar por cualquier lado).

Pero tantos libros de autoayuda no pueden estar equivocados, y no todo puede ser un carrera exitosa, lujos y viajes exóticos. Uno tiene que darle rienda suelta a su creatividad para alcanzar la plenitud, sobre todo si encima no tiene una carrera exitosa, lujos ni viajes. Eso es este blog para mí. Por cierto, recuérdenme que les hable otro día de Sonja, que fue durante tres o cuatro años la vecina del piso de arriba, una gurú en el tema este de la felicidad. Nunca nos dio un consejo oralmente, yo creo que quería que compráramos alguno de sus libros.

Sin más preámbulos, hoy quiero hablar de los filipinos. Viendo películas y series, uno pensaría que apenas existe una colonia filipina en EEUU, pero, como los gallegos, los filipinos están por absolutamente todos lados, y California no es una excepción. No voy a entrar en las razones de esta flagrante omisión, pero los filipinos son literalmente unos asiaticos latinos, y eso es muy difícil de digerir para cualquier guionista. Lo dejo ahí.

Viene esto a cuento porque el otro día paramos en un sitio al que le tenía ganas porque habíamos pasado por delante muchas veces y se anunciaba como mercado de pescados ("Seafood City"), y era bastante grande. "Esto va a ser un sitio de asiáticos" nos dijimos. El americano  blanco medio parece que se le hubiera atravesado una espina de rape en la infancia y no quiere ver el pescado ni de lejos. Para metérselo en la boca, desde luego, tiene que ser en filetes y sin espinas, cabeza, ojitos, etc. Los mercados asiáticos, por otro lado, son los únicos que tienen una oferta piscícola parecida a la nuestra.

Como de costumbre cuando se trata del esterotipo étnico, no nos equivocamos. Lo que no sabíamos es que iban a ser filipinos en lugar de coreanos, chinos o japoneses. Nada más cruzar la puerta, un puesto de comida preparada que ofrecía boquerones fritos nos anunciaba un recorrido lleno de "ostias mira eso" y la piel de gallina a cada giro de pasillo. España en California a través de la herencia colonial de Filipinas, qué más se le puede pedir a un sábado por la mañana.

Tras los boquerones vino la obscena variedad de envases de San Miguel. Algunos los recordaba de la infancia, incluidas unas litronas que me hicieron llorar.


Secas las lágrimas, y en un modesto ejercicio de introspección histórica me dije, coño, igual les jodimos el futuro como nación, pero les dejamos la San Miguel, nos fuimos con estilo!. Y volví a gimotear al recordar el drama como lo reflejó estupendamente la nueva versión de Los Últimos de Filipinas, la del Tosar:

               

Esos españoles, cabezones y orgullosos, pero manteniendo la compostura hasta el final. Ya no sabía si estaba en un supermercado o en un episodio del Ministerio del Tiempo. La épica absorbía el olor de la pescadería y lo devolvía como el aroma de la colonia que mi abuela me ponía de pequeño, eas colonia que seguramente era la misma que se ponían los niños filipinos de 1898.

Y entonces giramos en el pasillo de los dulces.


Nah, una coincidencia, qué si no...


Pues nada, al final nos fuimos dejando un reguero de palabrotas y mal rollo. Ay, España, España...