Thursday, November 20, 2008

Drugstore Cowboy

En Los Ángeles, o te pones botox y silicona o te haces adicto a algo o las dos cosas. Yo enfurruño mucho los ojos para enfocar cuando hay sol, como Clint Eastwood en Por un Puñado de Dólares, por lo que tengo una patas de gallo muy parecidas a las suyas. Ni modo que me las cargue con botox. Total, que creo que acabaré haciéndome adicto a algo. Creo que siempre soñé con una sobredosis de bourbon y un bote entero de esos naranjitas en los que las pirulas hacen un ruido tan simpático. Qué diferencia con los fármacos patrios. Sobredoparse con estos botes está tirado: abres la tapa, te llenas la mano de pastillas y pa dentro. En España es imposible. Para cuando has terminado de sacar todas las pirulillas de su laminita a fuerza de apretar con el pulgar seguro que te ha dado tiempo a ver tus problemas desde una perspectiva prudente y desapasionada. Además, para que te den una dosis chunga tienes que estar tan jodido que ni ganas ni fuerzas para numeritos te quedan. Aquí con un dolor de espaldas te endosan 3 medicinas distintas, cada una en su bote y con un mogollón de dosis cada una. A las pruebas me remito:

Dos de ellas decia el prospecto que podían causar somnolencia, o eso pensaba yo. En realidad lo que podían causar era algo muy parecido a una parálisis completa de la actividad cerebral Qué forma de dejarte grogui. Ni botella de bourbon ni hostias. Cuatro pirulas de esas y una litrona y al despertarte desayunas con Marilin Monroe. Ahora me creo lo de las sobredosis accidentales que tanto abundan por los barrios colindantes al mío.

Los nortemericanos tienen una relación muy particular con los medicamentos. El poder de la industria farmacéutica y su maquinaria de marketing y la intolerancia de los gringos al dolor y a las incomodidades en general genera un círculo de invención de enfermedades y remedios ficticios que tiene a una buena parte del personal gilipollas perdido. Aquí el más tonto sabe qué tomarse para obtener remedio a cualquier malestar físico, psíquico o espiritual. Como Matt Dillon y sus coleguis en Drugstore Cowboy, la película de culto de Gus Van Sant. Bueno, todo lo que hace este tipo acaba siendo de culto. Para ser honestos, de ésta solo he visto cachos, pero me consta que es de las que mejor cuentan la relación de esta gente con sus farmacias.

1 comment:

  1. Drugstore Cowboy, una de mis películas favoritas, la tengo grabada en mi disco duro externo.La ví cuando aún vivía en casa de mis padres, llego colocado, como era normal a esa edad, y nunca se me olvidará la frase de Matt Dilloncuando esta desintoxicándose, "Es que a mí me gusta las drogas". Uf, me sentí tan identificado, que al día siguiente tuve que repetir.

    Lo malo es que en ese mundo no todos son Matt Dillons, ni Kellys Lynch....

    Ve esa película Pana, es genial. También lo que pasa con esas películas es que, a menos que sea un clásico, hay que verlas en su día, con su contexto. Un saludo

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