Wednesday, June 27, 2018

Prom Night

Leía el otro día en mi Facebook alguien quejándose (qué raro) de cómo nos estamos americanizando en España, con celebraciones de toga y birrete al acabar el bachillerato, o como coño se llame ahora el BUP.

Me pilló desprevenido, pensaba que Halloween era lo más lejos que la colonización cultural noreteamerican iba a llegar a la hora de cabrear a curas y obispos. Porque estas celebraciones de fin de curso, que lo sepa el clero, son sólo el prolegómeno de la Prom Night, una suerte de Sodoma y Gomorra para adolescentes calientes como palo de churrero.

Allá por 1999, en una de mis estancias en este país, pude ver en los cines American Pie, una revelación de mucho cuidado. Las historias de instituto (High School) de los ochenta se habían quedado obsoletas y esta película te contaba el cuento del prom night como aquella variante en la que Caperucita le contestaba al lobo que lo que estaba haciendo junto al arroyo era refrescarse el coño: soezmente pero con mucha coña.

Para mí este vídeo es el mejor resumen del espíritu de American Pie, jugando con la mezcla de ingenuidad y extrema perversión del adolescente medio americano. Para quien no entienda o nunca haya visto la película, esto es la tonta de la pandilla mostrando cómo hasta el más pardillo de la clase te hace un reloj, por no decir una guarrada cualquiera



En los últimos dos años he visto a mis nenes pasar por el trámite del Prom Night, así que puedo atestiguar que es casi todo cierto. Hemos educado a nuestros hijos en la comunicación paterno-filial y así he podido revivir un porrón del minutaje de American Pie.

Sí, todo el ritual es como se ve en las películas y series de la tele: los nervios, la anticipación, la elección de la pareja, la pedida, los trajes y complementos, la decoración del high school, el post-party... El folleteo? Ay, pillín, ahora te digo.

Ahí el cuento sí que ha cambiado. Igual hace unos años esa noche era la señalada en el calendario de muchos como LA ocasión. En esta generación, y perdón por la crudeza, muchos de los pardillos de la clase  ya andaban practicando el sexo oral en los baños de la Middle School, nuestra Secundaria, nuestro sexto, séptimo, octavo de EGB. Y nosotros succionando con fruición el Fortuna o el Ducados como alarde de estar a la última (yo no probé el tabaco hasta la universidad y el sexo a usted no le importa, hombre, ya está bien).

Otro día me meto con el tema del sexo oral y de la presión --sobre todo para las chicas-- de ser sexualmente activ@s en la escuela norteamericana. Hoy me quedo con esa obsesión por los rituales para las ocasiones más banales, y cómo éstas se acaban transformando en competiciones de aptitud social: la definición de ganadores y perdedores desde las edades más tempranas.

Muchas películas han tratado con mala leche este teatro de la vida que es el High School y el a menudo sádico último acto de la Prom Night. Pero, como decía Krahe, dejadme que yo prefiera la hoguera, la hoguera. La que montó Carrie, para ser más precisos:






Tuesday, June 5, 2018

Los últimos de Filipinas


Ah, qué bueno, siguen ahí?

Perdón por el lapso de nueve años y pico, no sé si me dio tiempo a mencionar en los primeros posts que la vida en Estados Unidos va mucho más rápido, se hacen muchas más cosas pero a la vez se dejan de hacer muchas más.  O por lo menos uno tiene la impresión de que le queda mucho por hacer y llega a sufrir por ello. El FOMO, o "Fear of Missing Out" que llaman a nuestro tradicional, "coño, es que no nos organizamos, María, siempre igual, se nos pasa el fin de semana y no hacemos nada".

Pues eso, que intentando hacer otras cosas dejé el blog de lado, mientras que el mundo me adelantaba por izquierda y derecha (recuérdese que aquí las autopistas de la vida también tienen muchos carriles, así que te pueden pasar por cualquier lado).

Pero tantos libros de autoayuda no pueden estar equivocados, y no todo puede ser un carrera exitosa, lujos y viajes exóticos. Uno tiene que darle rienda suelta a su creatividad para alcanzar la plenitud, sobre todo si encima no tiene una carrera exitosa, lujos ni viajes. Eso es este blog para mí. Por cierto, recuérdenme que les hable otro día de Sonja, que fue durante tres o cuatro años la vecina del piso de arriba, una gurú en el tema este de la felicidad. Nunca nos dio un consejo oralmente, yo creo que quería que compráramos alguno de sus libros.

Sin más preámbulos, hoy quiero hablar de los filipinos. Viendo películas y series, uno pensaría que apenas existe una colonia filipina en EEUU, pero, como los gallegos, los filipinos están por absolutamente todos lados, y California no es una excepción. No voy a entrar en las razones de esta flagrante omisión, pero los filipinos son literalmente unos asiaticos latinos, y eso es muy difícil de digerir para cualquier guionista. Lo dejo ahí.

Viene esto a cuento porque el otro día paramos en un sitio al que le tenía ganas porque habíamos pasado por delante muchas veces y se anunciaba como mercado de pescados ("Seafood City"), y era bastante grande. "Esto va a ser un sitio de asiáticos" nos dijimos. El americano  blanco medio parece que se le hubiera atravesado una espina de rape en la infancia y no quiere ver el pescado ni de lejos. Para metérselo en la boca, desde luego, tiene que ser en filetes y sin espinas, cabeza, ojitos, etc. Los mercados asiáticos, por otro lado, son los únicos que tienen una oferta piscícola parecida a la nuestra.

Como de costumbre cuando se trata del esterotipo étnico, no nos equivocamos. Lo que no sabíamos es que iban a ser filipinos en lugar de coreanos, chinos o japoneses. Nada más cruzar la puerta, un puesto de comida preparada que ofrecía boquerones fritos nos anunciaba un recorrido lleno de "ostias mira eso" y la piel de gallina a cada giro de pasillo. España en California a través de la herencia colonial de Filipinas, qué más se le puede pedir a un sábado por la mañana.

Tras los boquerones vino la obscena variedad de envases de San Miguel. Algunos los recordaba de la infancia, incluidas unas litronas que me hicieron llorar.


Secas las lágrimas, y en un modesto ejercicio de introspección histórica me dije, coño, igual les jodimos el futuro como nación, pero les dejamos la San Miguel, nos fuimos con estilo!. Y volví a gimotear al recordar el drama como lo reflejó estupendamente la nueva versión de Los Últimos de Filipinas, la del Tosar:

               

Esos españoles, cabezones y orgullosos, pero manteniendo la compostura hasta el final. Ya no sabía si estaba en un supermercado o en un episodio del Ministerio del Tiempo. La épica absorbía el olor de la pescadería y lo devolvía como el aroma de la colonia que mi abuela me ponía de pequeño, eas colonia que seguramente era la misma que se ponían los niños filipinos de 1898.

Y entonces giramos en el pasillo de los dulces.


Nah, una coincidencia, qué si no...


Pues nada, al final nos fuimos dejando un reguero de palabrotas y mal rollo. Ay, España, España...

Saturday, December 20, 2008

Footloose - De Cristianos y Ateos

Le voy a poner un subtítulo a las entradas del blog, si no se nos pierde algún lector en el título, y no te digo nada de los buscadores de referencia, que no me encuentran ni a tiros.

Me topé  con esta interesante nota de la revista Time sobre escuelas dominicales para ateos en Palo Alto, en pleno centro del Silicon Valley y muy cerquita de esa Sodoma modenna que es San Francisco (si San Francisco levantara la cabeza!!). La comunidad humanista que patrocina la escuela es la pionera en el país, pero ya hay otros centros, campamentos e incluso escuelas públicas "charter" (el equivalente a nuestros colegios concertados, más o menos) que tienen previstos programas parecidos para que los padres ateos lleven a sus niños y aprendan a ser buenos ateos.  

Uno pensaría que la corriente atea que azota Europa no iba a llegar a Estados Unidos, el país donde el borracho que había vuelto a ver a Cristo (Bush Jr.) había ganado dos elecciones derramando sangre de moros infieles, como si fuera el mismísimo Charlton Heston subido en su Babieca de película. Menudos babiecas los dos, los tres contando al caballo. Pero, por fortuna, los Estados Unidos son más plurales de lo que se ve en las películas, y hay sitio para que los ateos monten sus movidas sin que los quemen o los cuelguen de la rama más alta del árbol mas gordo, al menos de momento. Y, como para todo, la gente se organiza y autogestiona muy civilizadamente para retroalimentarse con sus ideas y neuras más varias, como muy bien describe el reportaje. En mi empresa, por ejemplo, hay una lista de correo para ateos, en las que se intercambian comentarios, chascarrillos y cagadas en dios varias.

Aunque pillada por los pelos, una película de los ochenta que más o menos se metía con la sinrazón religiosa era Footloose. Recuerdo que salimos del cine eufóricos, con el convencimiento de que el baile y el pop habían vencido al fanatismo ciego del padre de la chica (eso hay que reconocérselo a los protestantes, los pastores en este país follan sin tener que montarse historias chungas como nuestros curas).



Esto era a lo máximo de rebeldes que llegábamos en la época, me temo que a ambos lados del Atlántico. No fueron buenos tiempos para la revolución. Buenos para el botellón, pero no para la revolución. Si hay algún nostálgico de Footloose por ahí se puede recrear viendo el reencuentro de los protagonistas hace unos días en la tele norteamericana. Que son 24 añitos ya, 25 si lo estás leyendo en 2009.

No hay demasiadas películas que traten el tema del ateísmo directamente --sería un coñazo, claro-- pero hay por ahí listas de las que lo hacen tangencialmente. Para resarcirme de lo de llamar babieca a don Charlton Heston, aquí el final mítico de la película más atea, más terrorífica y premonitoria (tras Wall·E) de la historia:

Saturday, December 13, 2008

Highway to Hell

El lunes pasado fuimos al concierto de AC DC en el Forum de Inglewood, donde solían jugar los Lakers de Magic Jonhson y Jabbar. En España ni harto de vino se le ocurre a uno ir a un concierto de rock duro un lunes con un niño de 9 años. Pero en este país sabes que cualquier evento en el que se pueda cobrar una entrada, si no hay posibilidad alguna de que se vea una teta, el lugar tiene que ser absolutamente accesible, preparado y seguro para niños, niñas, ancianos, tetrapléjicos y cualquiera que pueda apoquinar el precio del ticket.

Había tíos bastante más viejos que yo y niños todavía más jóvenes que el mío, señal de que no me había equivocado en mi cálculo de riesgos. Lo que no había calibrado bien era el hostiazo que le iban a dar a mi cartera. Contaba con la compra de la camiseta, los cuernitos luminosos, el poster, la pulsera, la hamburguesa, las papitas... pero no con la de la cerveza. Iba dispuesto a ver el concierto totalmente sobrio, dada la mala fama que tiene aquí el alcohol mezclado con las celebraciones. Pero claro, si se puede cobrar la birrita a 10 dólares... con dos centavos se paga a los seguratas que procederán a echar a patadas al primero que se pase y con uno al tipo que te pone la cerveza.  Ahí está el meollo de toda la crisis que sufre este país, el empeño en sacar la máxima rentabilidad a todo, aunque sea robando un poco. A ver cómo salimos de ésta. Como dirian los hermano Young, estamos en un Highway to Hell:

Thursday, December 4, 2008

Evasión o Victoria

Si por las películas fuera, uno pensaría que el fútbol sólo lo juegan en Estados Unidos los perros alterados en un laboratorio o los niños gilipollas que no tienen estatura para el baloncesto, mala hostia para el futbol americano o paciencia para darle con el bate a la pelota.

A nivel profesional, desde luego, es casi invisible y lo va a seguir teniendo crudo. Un partido de 90 largos minutos con una sóla pausa en medio y generalmente con pocas ocasiones de gol no tiene ni la menor oportunidad contra los otros deportes. En baloncesto, fútbol americano o béisbol, cada jugada tiene una alta probabilidad de convertirse en una canasta, touchdown, carrera o lo que sea. Y, claro, cada pocos minutos los anuncios. A ver quién coño puede vender una manta con mangas (verídico, eso lo contaré otro día) en el descanso de un partido de fútbol, cuando todo televidente norteamericano ha ido a mear, cagar o comprar más cervezas al super de la esquina (no tiene que ser un seven eleven, cualquier super abre hasta las tantas).

Pero entre el populórum se vive a tope. No hay distinción de clases ni colores (bueno, alguna de color hay, pero mejor no entro en el tema que luego se pilla uno los deditos). Es de largo el deporte más practicado por los niños y niñas (muchísimas niñas!)y hay un invento maravilloso llamado AYSO , con tropecientos mil afiliados y que funciona sobre todo por voluntariado: los papás son los entrenadores, árbitros, pintan los campos, montan el bar, clavan las porterías. En fin, algo impensable en Huelva y 1000 kilómetros a la redonda. Hemos jugado algunos partidos a las 8 de la mañana del sábado, lo que implica levantarse a las 6 y algo. Coño, la mitad de los padres que conozco en Huelva están en un bar a esas horas!!!

No todo es buen rollo y camaradería, claro. Los padres se van calentando según van avanzando los partidos y la temporada. No he llegado a ver todavía a nadie darse de hostias, pero sí algún que otro intercambio de sutilezas con los pobres árbitros, que encima tienen que ir de amarillo. Este video es de un saque de falta desde el medio campo. Óiganse los gritos. Tengo grabaciones de penalties y jugadas más comprometidas, pero no quiero que mis hijos oigan a su padre cagarse en todo en Youtube. Aunque hay un par de chicos hispanos en el equipo me puedo ciscar en todo cristo y casi nadie se percata. Hay sábados que apetece un montón.



Pero el acontecimiento que realmente abre mis carnes huelvanas es el de poder ver al Recreativo de Huelva jugar con los grandes de España a 11.000 kilómetros y nueve horas de distancia. Y narrado en inglés, para más coña. Así suena un gol del Recre en California:



Es casi tan emocionante como la escena final de Evasión o Victoria. Me falta vocabulario para describir esta película y sus personajes. Michael Caine regateando o Max Von Sydow de hijo de puta nazi. Todos de Oscar. Casi todo el mundo prefiere la tijera de Pelé, pero a mi me pone muchísmo más cachondo el estadio cantando la marsellesa, la estirada de Stallone y su duelo visual con el delantero alemán. Loor a John Huston, que se permitió manchar su carrera con esta maravillosa horterada.